Animal.

Me miras mientras montas al resto de las hembras del grupo. Vigilas desde cerca cada paso que doy. ¡Y pobre del macho que ose poner sus manos sobre mí!
No tengo la mínima posibilidad de intercambiar fluidos con otro que no seas tú. Y la verdad, ni falta. Contigo voy bien servida. Además, gozar del favor sexual (y por ende, la tutela) del líder es, para una mujer madura que ha llegado buscando asilo, mucho más de lo que podría soñar.
Sin duda mi exótica apariencia, mi olor, mis modales insumisos te tientan y turban a partes iguales.
Pero ya empiezo a cansarme de ser tu pelele, y hoy me apetece romper con este reglamento obsoleto.

Tras correrte, como siempre, te dejas caer a un lado desfallecido. A mí, como siempre, no me ha dado tiempo. Y prometo que cada uno de tus envites me sube un poco más al cielo.
Pero tú, sin otro particular que marcarme con una descarga, eres más rápido.

Me acerco a tu yacija con prudencia, mostrando sumisión, como haría cualquier miembro del clan. Tu olor, que ahora es mi olor, mana de tu sexo aún caliente al tiempo que volatiza dejando tu piel acartonada. Hundo mas la nariz en la maraña de pelos que rodea tu miembro, inhalo; orín, semen, flujo, sudor, ceniza, tierra... Me instiga a subirme en ti. Pero estás fláccido y sé que en ese estado, no tengo nada que hacer así que me animo a manipular con los dedos tu polla. Tiro de ella tratando de dejarla erguida, pero se resiste. Vuelvo a olisquearte para comprobar que tienes lo que he venido a buscar. Te miro entre ladina y huidiza antes de volver a agazaparme en tu entrepierna. Te huelo con más fuerza y me animo a darte una lamida en los huevos. Un aciago pensamiento me asalta y me incorporo sobresaltada para verificar que sigues siendo inofensivo. Me has mirado entreabriendo un solo ojo, impasible. Me gruñes, quieres dormir. Te gruño, mientras señalo tu polla con la mirada. Me agacho de nuevo. Ahora te lamo a la altura del glande y al notar que se empieza a hinchar y endurecer, continuo un poco más.
Te alteras, ¡oh no! ahora querrá como aquella vez, metérmela por el culo. Intercambiamos gruñidos. Forcejeamos, tú tratando de levantarte, yo empujando tu vientre hacia el suelo. De un salto me monto en ti. Te la agarro y me la clavo. Te sorprende la postura que jamas antes habías llevado a la práctica. En mi tribu, sin embargo, era de lo más común.

Sigues obstinado en ponerme a cuatro patas, pero yo estoy demasiado caliente como para ceder. Sujeto tus brazos, te araño furiosa, me inclino sobre ti y muerdo tu cuello. Te gusta y pareces rendirte, pero ahora yo quiero moverme al vaivén de las olas a la orilla de la playa para estimular mi clítoris, tu prefieres que suba y baje con la violencia de las mareas en el acantilado. Me coges las nalgas. Me clavas, me izas, me clavas, me izas, me clavas con más fuerza, me izas, jadeamos al compás, me corro, mis gemidos retumban en la oquedad irritando al resto que dormía. Te corres. Me alejo chorreando a cuatro patas, dibujándote en el suelo el camino inconfundible que te lleve de nuevo a mí.

Comentarios

  1. Me ha encantado, muy animal. Ya soy fan. Un besito .

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    1. Muchísimas gracias Katherine, me alegra que te guste lo natural y libre de artificios, lo intrínseco al ser humano. Besos¡¡

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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