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Al país de la desidia se han fugado mis latidos, y de esta escombrera en la que me he convertido, hasta las ratas se han ido. Cual tilo de otoño lacio voy deshojando uno a uno mis anhelos. Vago sin verso, sin rumbo ni destino. Noto el cuajo de mis venas, las miradas críticas, el pulso dormido. Lábil equilibrio del que pendo, escarcha hecha aliento. No hay nada más triste que saber a La Alhambra sin sabernos, no saber a qué sabe el vino alpujarreño ni a que huelen las hojitas del olivo. No hay nada peor sabido que no saberte remiendo para este descosido. Y aquél faro de aquél piélago perdido, habrá de apagar su luz sin habernos dado lumbre en el camino. Desde que tú te marchaste me he sindicado a la amargura, moro en la desgana de los dedos, “ya sólo espero el derribo”, me anticipo a los epílogos, para salir de la cama he olvidado los motivos. Se ha emancipado mi cuerpo cansado de ser la sombra de un vivo que cree estar muerto, apenas los huesos de un saco vagando por...