Mi fantasía.

¿Quieres que hablemos de mi fantasía?, está bien.
Hemos coincidido, no sé, ¿cincuenta veces?, en el ascensor. Coincidencia. Aunque supongo que somos legión bajando o subiendo ascensores a primera hora de la mañana. Sé que trabajas a turnos porque hay temporadas que desapareces, así, de repente. Sé a qué hueles, uhmm; jengibre, limón y bergamota. Sé que últimamente llevas un perfume nuevo, no es tu perfume habitual, que por cierto, me encanta. Y el bálsamo que te pones tras el afeitado. Sé que finges revisar las redes sociales en tu smartphone porque cuando coincidimos ese número determinado de plantas, cayendo, cayendo no tan lentamente como quisiéramos caer, te pones nervioso y no sabes qué hacer y temes que se te note. Y por cierto, también sé que me dejas pasar primero con la oculta intención de mirarme el trasero.
Tranquilo. Yo haría lo mismo.
Sé cómo te llamas, lo miré en tu buzón, por eso también sé que vives solo. Sé que no siempre cantas en la ducha, ni cantas todo lo que escuchas.
Me encantas.
Hoy, concretamente hoy, he fantaseado con la idea de quedar atrapada contigo en el ascensor. Lo sé, menudo cliché. Pero es que el ascensor es nuestra intersección, ¿dónde si no?
Dos por dos metros. Hilo musical en su versión más sensual. Luz tenue. Espejos. Ohhh sí, espejos hasta en el techo. Intimidad. Y riesgo.
Qué bueno estás –pienso al tiempo que me percato de que mueves los labios.
―Disculpa ―mientras me quito los auriculares―, no te escuchaba...
―Creo que el ascensor se ha averiado…―observas.
―¿Tienes prisa?
Interfiero hábilmente entre tu índice y el interruptor de auxilio colocando mi mano entre ambos.
―Oh, ehm… ―balbuceas―, ¡qué haces!, a las ocho entro a trabajar.
―Bien, tenemos―saco mi iPhone―, quince minutos. ¿Crees que nos dará tiempo? Bueno ―mientras me quito las bragas―, ¿vas a fingir que no te apetezco?...
―Sí, claro que me apeteces pero…
―¿Pero?, si yo te apetezco y a mí me apetece follarte más que otra cosa en este momento no veo…
―Y tú, ¿cómo estás? ―pasas tus dedos por mi entrepierna―, ohh, lubricando por lo que puedo comprobar…
―Ohh sí, eres tal cual te había imaginado. Tímido y prudente en apariencia atrevido en el fondo.  Sabes cuándo tomar la iniciativa. ¿Puedo comerte la polla? Muero por despejar esa duda…
―¿Qué duda?

―A qué sabes.

Comentarios

Publicar un comentario