Animal.
Me miras mientras montas al resto de las hembras del grupo. Vigilas desde cerca cada paso que doy. ¡Y pobre del macho que ose poner sus manos sobre mí! No tengo la mínima posibilidad de intercambiar fluidos con otro que no seas tú. Y la verdad, ni falta. Contigo voy bien servida. Además, gozar del favor sexual (y por ende, la tutela) del líder es, para una mujer madura que ha llegado buscando asilo, mucho más de lo que podría soñar. Sin duda mi exótica apariencia, mi olor, mis modales insumisos te tientan y turban a partes iguales. Pero ya empiezo a cansarme de ser tu pelele, y hoy me apetece romper con este reglamento obsoleto. Tras correrte, como siempre, te dejas caer a un lado desfallecido. A mí, como siempre, no me ha dado tiempo. Y prometo que cada uno de tus envites me sube un poco más al cielo. Pero tú, sin otro particular que marcarme con una descarga, eres más rápido. Me acerco a tu yacija con prudencia, mostrando sumisión, como haría cualquier miembro del clan. Tu ol...